jueves, 6 de octubre de 2011

LOS AMIGOS


En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.

Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.

Autor: Julio Cortázar

http://www.los-poetas.com/b/corta1.htm



POESIAS DE JUAN PABLO II



Con el mercurio medimos la tristeza
como medimos el calor de los cuerpos, y del aire
pero no es ésa la forma
de poder saber de nuestros límites.
Porque tal vez tú crees
que eres el centro de todas las cosas
pero si pudieras vislumbrar
que no es así
sabrías de pronto
que el único centro de todo
es Él,
y que Él tampoco encuentra el amor.
¿Cómo es que no lo sabes todavía?
Temperatura cósmica
tristeza
mercurio.
¿Para qué sirve entonces el corazón humano?

Mi querido hermano
eres como una inmensa tierra
donde de pronto los ríos se secan
y el sol quema el cuerpo
como una fundición de metal.
Siento tus pensamientos
como míos
aunque tomen otros caminos.
Porque usaremos la misma balanza
para pesar el error y la verdad.
Es como una fiesta:
pensamientos que resplandecen diferentes
en tus ojos y en los míos
aunque sus sustancia
sea la misma para los dos.

KAROL WOJTYLA (JUAN PABLO II)

MI CRUZ


Me preguntaba mil veces sin respuesta
Por qué mi cruz doblaba mis espaldas.
Hablé con Dios mirando las estrellas,
y sollozando, dije: - “Es muy pesada”
Dios me hizo ver con toda su paciencia
cuánto y por qué equivocado estaba:
y poco a poco empecé a darme cuenta
que mi cruz tornábase liviana.
Vi pasar miseria tan inmensa
colgada en los harapos de una anciana.
Vi a un joven muriendo de tristeza
por una enfermedad que lo acosaba.
Una madre con toda su entereza
a su hijito con dolor sepultaba.
También vi el hambre reflejada
en la familia que sin trabajo estaba.
Luego miré mis manos… vivas, sanas,
sobre ellas mi cruz se destacaba.
De pronto dijo Dios: “Di cuánto pesa”
y yo le dije:
“Señor… no pesa nada”

http://www.nuestraedad.com.mx/micruz.htm

CARTA DE UN SOLDADO A DIOS


Escucha Dios… yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte, ¿cómo estás?
Tú sabes… me decían que no existes,
y yo, tonto de mí, creí que era verdad.
Yo nunca había mirado tu gran obra,
y anoche, desde el cráter que cavó
una granada vi tu cielo estrellado,
y comprendí que había sido engañado.

Yo no sé si tú, Dios, estrecharás mi mano,
pero voy a explicarte, y comprenderás,
es bien curioso, en este infierno horrible
he encontrado la luz para mirar tu faz.

Después de ésto, mucho que decirte no tengo.
Tan sólo que… me alegro de haberte conocido.
Pasada media noche habrá ofensiva,
pero no temo, sé que tú vigilas.

¡La señal! bueno Dios, ya debo irme…
me encariñé contigo… quiero decirte,
que como tú sabes, habrá lucha cruenta
y quizá esta noche, aún llamaré a tu puerta.

Aunque nunca fuimos amigos,
¿Me dejarás entrar si hasta a ti llego?
pero… si estoy llorando, ¿ves Dios mío?
se me ocurre que ya no soy impío.

Bueno Dios, debo irme… buena suerte.
Es raro, pero ya no temo a la muerte.

Poesía encontrada en el bolsillo de un soldado muerto en el frente de batalla.

http://www.nuestraedad.com.mx/cartasoldado.htm


LA TERNURA


No es ternura el fuego de una pasión, sino la suavidad de una caricia.

No es ternura el oleaje que se desborda, sino el beso del cielo con el mar.

No es ternura la montaña que nos sobrecoge, sino la macetica de violetas perfumadas en la ventana.

No es ternura lo grandioso, sino la delicadeza, la insignificancia, el detalle.

No es ternura lo que se da, sino lo que se refleja y se deja traslucir.

No es ternura el sol que calcina, sino la luna que embruja.

No es ternura el fuego que abraza, sino el leño que se consume.

No es ternura lo que sobresale y resalta... sino el escondite... el beso... la insinuación... la luz y la rosa.

La ternura parece por momentos olvidada y tendríamos que revivirla pues es lo que logra que nuestros días, nuestra vida pasen de ser un mero transitar a ser inolvidables...

La ternura está en aquello que parece pequeño pero que se hace grande en el corazón.

El beso sincero, el apretón cálido de manos, el abrazo inesperado, una mirada llena de cariño que nos dice... ¡estoy aquí, puedes contar conmigo, pocas palabras en un papel que dicen todo...

En los niños vemos la ternura todos los días... Nos cautivan con sus expresiones sinceras, con la caricia que llega a nosotros sin tener que hacer ningún reclamo.

En el beso, en el abrazo cortito que no puede envolvernos pero que nos hace sentir ese corazoncito muy cerca de nosotros...

Hemos crecido, somos adultos dejamos muchas cosas olvidadas o de tanto golpearnos quedaron en nuestro interior adormecidas, paralizadas, congeladas...

Intentemos revivirlas...

La ternura no está en lo grande, ni en lo brillante, ni en lo que se destaca, está en lo chiquito, en lo sencillo, en esas pequeñas cosas de todos los días...

La ternura es eso que... vitaliza al viejo... duerme al niño... ¡y desarma al hombre!

Zenaida Bacardí de Argamasilla
Libro: "Ramilletes de estrellas"
http://www.nuestraedad.com.mx/ternura.htm


TEORÍA DE LOS BUENOS DESEOS



Que no te falte tiempo
para comer con los amigos
partir el pan,
reconocerse en las miradas.

Deseo que la noche
se te transforme en música
y la mesa en un largo
sonido de campanas.

Que nada te desvíe,
que nada te disturbe
que siempre tengas algo
de hoy para mañana

y que lo sepas dar
para regar las plantas
para cortar la leña,
para encender el fuego,
para ganar la lucha,
para que tengas paz.

que es la grave tarea
que me he impuesto esta noche
hermano mío.

Autor: Hamlet Lima Quintana

http://www.nuestraedad.com.mx/teoria_deseos.htm

¿CUÁL ES?


El día más bello? Hoy
La cosa más fácil? Equivocarse
El obstáculo más grande? El miedo
El mayor error? Abandonarse
La raíz de todos los males? El egoísmo
La distracción más bella? El trabajo
La peor derrota? El desaliento
La primera necesidad? Comunicarse
Lo que hace más feliz? Ser útil a los demás
El misterio más grande? La muerte
El peor defecto? El mal humor
La persona más peligrosa? La envidiosa
El sentimiento más ruin? El rencor
El regalo más bello? El perdón
Lo más imprescindible? El hogar
La ruta más rápida? El camino correcto
La sensación más grata? La paz interior
El resguardo más eficaz? La sonrisa
El mejor remedio? El optimismo
La mayor satisfacción? El deber cumplido
La fuerza más potente del mundo? La fe
La cosa más bella de todas? El amor

http://www.nuestraedad.com.mx/cual-es.htm

LÁGRIMAS


Todavía lloramos. Y qué bueno que así sea. Las lágrimas rara vez hacen mal. Son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es auto-suficiente.

En esta confesión de franqueza humana se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada.

Y, cuando ésto hiere demasiado, los ojos dicen lo que la boca no consigue pronunciar. Hay lágrimas de dolor, lágrimas de amor, lágrimas de alegría incontenible, lágrimas de tristeza, lágrimas silenciosas de paz y de ternura lágrimas de gratitud por un elogio realizado en el momento preciso, lágrimas de esperanza, lágrimas de inocencia.

Pero también hay lágrimas de vergüenza, de necedad, de desafío, de chantaje, de egoísmo por no haber conseguido lo que se quería.

Hay quien llora por cualquier cosa y hay quien tiene vergüenza de llorar, cuando llorar era la única cosa decente que podía hacerse.

Es muy probable que existan cosas mucho más bonitas que una persona llorando en paz. Pero, después de las siete maravillas del mundo, muy bien se podría proponer la que sigue como la octava:

Un monumento a la persona que todavía llora por amor y que además no tiene vergüenza de mostrar que dentro de ella habita un sentimiento noble.

De las cosas más bonitas que conozco, una de ellas es la sonrisa de una persona ...y otra, la lágrima silenciosa de alguien que desea comenzar de nuevo...

Desconozco su autor
http://www.nuestraedad.com.mx/lagrimas.htm


¿POR QUÉ TE QUEJAS?


Si llevas las velas recogidas, ¿por qué te quejas de no tener buen viento que te impulse?

Si llevas enrollada tu bandera, ¿por qué te quejas de que los demás no se contagien de tu verdad?

Si te sientas a la primera piedra, ¿por qué te quejas de quedar siempre en medio del camino?

Si a la hora de la tempestad desistes de llevar el timón, ¿por qué te quejas de tantos tumbos y de tanto andar a la deriva?

Si a la hora del dolor emponzoñas y ahondas la herida, ¿por qué te quejas de no poder cicatrizarla?

Si lo que transmites es inquietud y desazón, ¿por qué te quejas de quedarte cada día más solo?

Si a la hora de cooperar te encierras en tu concha, ¿por qué te quejas de que el oleaje te pase por alto y barra contigo?

Si a la hora de conocer y servir a Dios te apartas de Él, ¿por qué te quejas cuando te suelta de la mano?

Si a la hora de hacer un recuento estás inconforme, ¿por qué te quejas si no has sabido vivir?

No abres surcos y anhelas siembra.

No nutres raíces y deseas tronco.

No pasas savia, y ansías frutos.

No te haces maduro, jugoso y sazonado, y sueñas
con que todo te florezca.

No andan tus pies, y quieres huellas.

No trabajan tus manos, y quieres obras.

No abres tus ojos a la vida, y quieres luz.

Por qué pides, si no sabes dar?

¿Por qué reclamas, si nada te sirve.

¿Por qué, si cierras los ojos ante el dolor que pasa a tu lado y cierras la voluntad ante los compromisos de tu tiempo, le tienes tanto miedo a tu propio vacío?

¿Por qué, si obras con egoísmo, vives con aturdimiento y rezas con indiferencia, le tienes tanto miedo a tu propio abismo?

¿Por qué, si rechazas la luz de Dios y vives apagando las estrellas, le tienes tanto miedo a tu propia oscuridad?

¿Por qué te quejas, por qué?...

Desconozco su autor

http://www.nuestraedad.com.mx/porquetequejas.htm

¿POR QU

LA GRATITUD


Dicen que de todos los sentimientos humanos la gratitud es el más efímero de todos. Y no deja de haber algo de cierto en ello. El saber agradecer es un valor en el que pocas veces se piensa. Ya nuestras abuelas nos lo decían "de gente bien nacida es ser agradecida".

Para algunos es muy fácil dar las "gracias" por los pequeños servicios cotidianos que recibimos, el desayuno, ropa limpia, la oficina aseada... Pero no siempre es así.

Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo que alguien más ha hecho por nosotros.

La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales... El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.

La persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no pensando en "pagar" por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de afecto o cuidado que tuvo. ¿Has notado como los niños agradecen los obsequios de sus padres? Lo hacen con una sonrisa, un abrazo y un beso. ¿De que otra manera podría agradecer y corresponder unos niños? Y con eso, a los padres les basta.

Las muestras de afecto son una forma visible de agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por el bien (o beneficio) recibido.

Conocemos personas a quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño por "todo" lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuge, amigos, jefes... El motivo de nuestro agradecimiento se debe al "desinterés" que tuvieron a pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.

Nuestro agradecimiento debe surgir de un corazón grande.

No siempre contamos con la presencia de alguien conocido para salir de un apuro, resolver un percance o un pequeño accidente. ¡Cómo agradecemos que alguien abra la puerta del auto para colocar las cajas que llevamos, nos ofrezca su hogar, o nos ayude a reemplazar el neumático averiado!

El camino para vivir el valor del agradecimiento tiene algunas notas características que implican:

- Reconocer en los demás el esfuerzo por servir
- Acostumbrarnos a dar las gracias
- Tener pequeños detalles de atención con todas las personas: acomodar la silla, abrir la puerta, servir un café, colocar los cubiertos en la mesa, un saludo cordial...

La persona que más sirve es la que sabe ser más agradecida.

http://www.nuestraedad.com.mx/gratitud.htm


LA PUERTA CERRADA


¿Y cuando parece que todas las puertas de la vida se cierran? ¿Y cuando la vida se viene abajo no por falta de ilusiones ni de coraje, sino porque las circunstancias se encargan de troncharte?

Recibo una carta de un muchacho de veinte años -entre otras muchísimas que me gustaría poder contestar, pero no puedo- que me cuenta una historia, para él, dramática. A los ocho años se «enamoró» de un deporte que iba a llenar su vida. Comenzó a practicarlo a los doce. Tenía dotes. Se veía ya compitiendo en una olimpiada. No le faltaba ni la paciencia ni la constancia que una empresa así exige. Sólo tenía una desgracia: vivía en una ciudad que carecía de las instalaciones y entrenadores necesarios. Comenzó a los catorce años su lucha con las federaciones. Logró pequeñas ayudas. Insuficientes. Siguió luchando, entrenándose solo, pero sin ignorar que el tiempo no perdona. Y con sólo veinte años se encuentra que ya es «viejo» para lo que soñaba. De golpe se da cuenta de que no puede seguir engañándose. Y de que ha perdido una etapa estupenda de la vida detrás de una quimera. Todo lo que ha aprendido sirve, cuando más, para asombrar a algún amigo o para practicar el automasoquismo. «La depresión -me dice- está servida. Y garantizada su larga duración.»

Yo no contaría este caso si no fuera simbólico de otros muchísimos. Son millones los seres humanos que nacieron para una cosa y se ven empujados a hacer otra. Millones los que han visto cerrar entre sus narices la puerta de sus sueños. Soñaron ser médicos y son ahora oficinistas. Pensaron ser pintores, están de empleados de banco. Aspiraron a la gloria y, al final, se sienten dichosos con poder ganar en cualquier trabajo su pan. ¿Qué hacer entonces? ¿Romperse la cabeza contra la puerta que nos han cerrado? ¿Aceptar la depresión como supremo masoquismo? ¿Pasarse la vida llorando por la ilusión perdida?

Recuerdo haber oído, hace ya muchos años, una frase de Juan XXIII que me marcó profundamente: «Es signo de los mejores servidores de Dios el estar haciendo algo diferente de aquello a lo que se sentían llamados». Y esto, que el Papa refería al mundo del espíritu, puede también decirse de un alto porcentaje de los mejores genios de la Humanidad.

La verdad es que haberse encontrado con una o muchas puertas cerradas en aquello que más amábamos es ley casi inevitable de la Humanidad. Son pocos los que tienen la impagable fortuna de poder entregarse siempre en línea recta a lo que soñaron. Los más caminan con líneas torcidas, con vericuetos, con dos pasos adelante y uno atrás.

Todos -yo también- podríamos contar muchas historias de fracasos, atascos o incomprensiones. Todos hemos tenido una mañana o una tarde en que nos pareció que nuestra vida había sido tronchada. Y hasta podría asegurarse que quienes más anduvieron en su vida son los que con más puertas cerradas se tropezaron.

El problema no está, pues, en si la vida es fácil o difícil, sino en cómo reaccionamos ante los obstáculos.

Por si a alguien le sirve voy a recoger aquí el consejo que alguien me dio a mí siendo yo un muchacho y que me ha funcionado bastante bien durante mi vida: «Si un día te cierran una puerta, la solución no es romperte la cabeza contra ella, sino preguntarte si no habrá, al lado de ella y en la misma dirección, alguna otra puerta por la que puedas pasar.

En la vida hay que aceptar a veces salidas de emergencia, aunque nos obliguen a dar un pequeño rodeo. Procura, al mismo tiempo, tener siempre encendidas tres o cuatro ilusiones; así, si te apagan una, aún tendrás otras de las que seguir viviendo. Distingue siempre entre tus ideales y las formas de realizarlos. Aquellos son intocables, éstas no. Si alguien te pone obstáculos a tu ideal, pregúntale si se opone de veras a tu ideal o a la forma en que estás realizándolo. Y no veas problema en cambiar de forma de buscarlo, siempre que sigas buscando el mismo ideal. Aprende en la vida a ser terco y tenaz, pero no confundas la tenacidad con la cabeza dura. No cedas ni en tus ideas ni en tus convicciones, pero no olvides que una verdad puede decirse de mil maneras y que no siempre vale la pena sufrir por ciertos modos de expresión. Y cuando llegue una ola que es más fuerte que tú, agáchate, déjala pasar, espera. Y luego, sigue nadando.»

Cuando oí por primera vez todo esto pensé que era más fácil decirlo que hacerlo. Pero el paso del tiempo me ha ido descubriendo que la vida es más ancha de lo que imaginamos. Y que cerrar la puerta a un hombre decidido a seguir es tan inútil como ponerle puertas al campo.

Fuente: Razones para el amor
Autor: José Luis Martínez Descalzo

http://www.nuestraedad.com.mx/lapuertacerrada.htm

SIN AMOR


La inteligencia sin amor, te hace perverso.
La justicia sin amor, te hace implacable.
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La docilidad sin amor, te hace servil.
La castidad sin amor, te hace orgulloso.
La pobreza sin amor, te hace miserable .
La belleza sin amor, te hace ridículo.
La verdad sin amor, te hace hiriente.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, te hace esclavo.
La sencillez sin amor, te hace mediocre.
La oración sin amor, te hace ser un farsante.
La ley sin amor, te esclaviza.
La política sin amor, te hace ególatra.
La fe sin amor, te hace fanático.
La vida sin amor, no tiene sentido...

http://www.nuestraedad.com.mx/sinamor.htm

NO HAY RESPUESTAS


Hay momentos en la vida que no tienen respuesta ni explicación; sucesos, acontecimientos, experiencias vividas, tantas cosas que no sabemos por qué suceden o por qué las debemos vivir. Muchas veces nos quedamos estancados buscando las respuestas y no avanzamos, porque nos da miedo continuar en medio de la incertidumbre que nos produce el no entender y no aceptar esas cosas que nos han de pasar.

Amores que llegan y se van sin avisar, heridas, vacíos, enfermedades, caídas, pérdidas, caminos que se abren, puertas que se cierran, circunstancias que afrontar, decisiones que tomar. todo ello invade nuestra mente, llenándola de preguntas inciertas que no encuentran respuestas, nos llenan de angustia, atentan contra nuestra fe, se convierten en la piedra en el zapato que no nos deja seguir.

Muchas de estas preguntas se convierten en cadenas que nos han de esclavizar, nos aferramos a ellas, y aunque quizás respondamos algunas, formulamos otras, porque nos hace falta buscar excusas que nos torturen y nos hagan dudar, fabricando temores que nos arrebatan la paz.

Hay quienes discuten con Dios por la suerte que les ha de tocar, le culpan de todo, le pierden la Fe, se alejan de Él, tan sólo porque no entienden lo que es vivir y creen que hemos sido creados para sufrir.

No busquemos respuestas que quizás no llegarán, hay cosas que suceden porque así deben ser, aunque no entendamos el porque y sintamos que no tenemos las suficientes fuerzas de asumirlas y continuar.

No hay más opciones que vivir, seguir, creer, no perder la esperanza de que vendrán tiempos mejores que compensarán las luchas que hemos asumido valientemente, sin renegar por todo, sin rendirnos, sin renunciar.

Alguna vez leí o escuché: Si las cosas tienen solución por qué me preocupo, si se pueden arreglar. y si no la tienen, por qué he de angustiarme, sino hay más nada que hacer ni otra opción que tomar, que seguir, avanzar .

Por eso, más que buscar respuestas, démoslas nosotros mismos con nuestro vivir y actuar, que quien nos encuentre en el camino descubra en nosotros que hay un Dios de amor que existe y que se manifiesta en lo más sencillo y pequeño, aún en todo aquello que no entendemos y que a veces nos hace dudar.

No hay más respuesta que la fe que nos da fuerzas y nos llena de paz.

http://www.nuestraedad.com.mx/nohayrespuestas.htm


EL PESO DEL RENCOR


Este relato fue escrito por María Eloísa Herrera

El tema del día era el resentimiento, y el maestro nos había pedido que lleváramos papas y una bolsa de plástico.
Ya en clase elegimos una papa por cada persona a la que guardábamos resentimiento. Escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa. Algunas bolsas eran realmente pesadas.

El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con nosotros a todos lados esa bolsa de papas.
Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo.

El fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento me mostró claramente el peso espiritual que cargaba a diario y como mientras ponía mi atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas que eran mas importantes para mi.

Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra mochila sentimental.

Este ejercicio fue una gran metáfora del precio que pagaba a diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando me llenaba de resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se dispersaba.

Perdonar y dejarlas ir me lleno de paz y calma, alimentando mi espíritu. La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.

Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

El perdón es una expresión de amor.

El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.

No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó.

Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo.

La falta de perdón te ata a las personas con el resentimiento. Te tiene encadenado.La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.

El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.

La declaración del perdón es la clave para liberarte. ¿Con qué personas estás resentido? ¿A quiénes no puedes perdonar? ¿Eres tú infalible y por eso no puedes perdonar los errores ajenos?

Perdona para que puedas ser perdonado, recuerda que con la vara que mides, serás medido…

Aligera tu carga y estarás más libre para moverte hacia tus objetivos.

http://reflexionesdiarias.wordpress.com/2005/12/04/el-peso-del-rencor/


LOS ANTEOJOS DE DIOS


El cuento trata de un difunto. Ánima bendita camino del cielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios para el juicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos, porque en la conciencia a más de llevar muchas cosas negras, tenía muy pocas positivas que hacer valer. Buscaba ansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones que había hecho en sus largos años de usurero.

Había encontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso, bien poca más. Pertenecía a los ladrones de levita y galera, de quienes comentó un poeta: "No dijo malas palabras, ni realizó cosas buenas".

Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veía clarito. Pero ya era tarde. La cercanía del juicio de Tata Dios lo tenía a muy mal traer.

Se acercó despacito a la entrada principal, y se extraño mucho al ver que allí no había que hacer fila. O bien no había demasiados clientes o quizá los trámites se realizaban sin complicaciones. Quedó realmente desconcertado cuando se percató no sólo de que no se hacía fila sino que las puertas estaban abiertas de par en par, y además no había nadie para vigilarlas. Golpeó las manos y gritó el Ave María Purísima. Pero nadie le respondió. Miró hacia adentro, y quedó maravillado de la cantidad de cosas lindas que se distinguían. Pero no vio a ninguno. Ni ángel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animó un poco más y la curiosidad lo llevó a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada. Se encontró perfectamente dentro del paraíso sin que nadie se lo impidiera.

-¡Caramba — se dijo — parece que aquí deber ser todos gente muy honrada! ¡Mirá que dejar todo abierto y sin guardia que vigile!
Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que veía se fue adentrando por los patios de la Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse allí una eternidad mirando, porque a cada momento uno descubría realidades asombrosas y bellas.

De patio en patio, de jardín en jardín y de sala en sala se fue internando en las mansiones celestiales, hasta que desembocó en lo que tendría que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de par en par. Titubeó un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Así que penetró en la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentación — santa tentación al fin — de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponérselos y caer en éxtasis. ¡Que maravilla! Se veía todo clarito y patente. Con esos anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razones de los economistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad.

Entonces se le ocurrió una idea. Trataría de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situación privilegiada. No le resulto difícil conseguirlo. Pero lo agarró en un mal momento. En ese preciso instante su colega esta estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria por sécula seculorum. (En el cielo todavía se entiende latín). Y al ver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subió al corazón un profundo deseo de justicia.

Nunca le había pasado en la tierra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer justicia, que sin pensar en otra cosa, buscó a tientas debajo de la mesa el banquito de Tata Dios, y revoleándolo por sobre su cabeza lo lanzó a la tierra con una tremenda puntería. Con semejante teleobjetivo el tiro fue certero. El banquito le pegó un formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.

En ese momento se sintió en el cielo una gran algarabía. Era Tata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santas vírgenes, confesores y mártires, luego de un día de picnic realizado en los collados eternos. La alegría de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una batahola celestial. Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se trató de esconder detrás del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderás que la cosa no le sirvió de nada. Porque a los ojos de Dios todo está patente. Así que fue no más entrar y llamarlo a su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simplemente le preguntó qué estaba haciendo.

La pobre alma trató de explicar balbuceando que había entrado a la gloria, porque estando la puerta abierta nadie la había respondido y el quería pedir permiso, pero no sabía a quién.

-No, no — le dijo Tata Dios — no te pregunto eso. Todo está muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito donde apoyo los pies. Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo fue animado y le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y encima los anteojos, y que no había resistido la tentación de colocárselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedía perdón por el atrevimiento.

-No, no — volvió a decirle Tata Dios — Todo eso está muy bien. No hay nada que perdonar. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?

Ahora sí el ánima bendita se encontró animada del todo. Le contó a Tata Dios en forma apasionada que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia y que le había subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada había manoteado el banquito y se lo había arrojado por el lomo.

-¡Ah, no! — volvió a decirle Tata Dios. Ahí te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te había puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazón. Imaginate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No m’hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se está bien seguro de tener también mi corazón.

Y el hombre se despertó todo transpirado, observando por la ventana entreabierta que el sol ya había salido y que afuera cantaban los pajaritos.

Hay historias que parecen sueños. Y sueños que podrían cambiar la historia.

Autor:MAMERTO MENAPACE.
Monje benedictino del Monasterio Santa María de Los Toldos, desde el año 1959.
Ordenado sacerdote el 4 de diciembre de 1966.
Abad del Monasterio desde 1980 hasta 1992 (cumplió dos períodos consecutivos de seis años).
Reconocido escritor, ha publicado más de veinte libros de cuentos para el encuentro con Dios y el crecimiento en la fe.

http://www.nuestraedad.com.mx/anteojosdedios.htm

EL ÁRBOL DE LOS AMIGOS


Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.

Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, mas otras apenas vemos entre un paso y otro.

A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos.

El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá, que nos muestran lo que es la vida.

Después vienen los amigos hermanos con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.

Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuáles no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino.

A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón.

Son sinceros.
Son verdaderos.
Saben cuando no estamos bién, saben lo que nos hace feliz.

Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado.

Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.

Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas.

Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra.

El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.

Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad.

Hoy y siempre.

Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única.

Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.

Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejaran nada. Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad .

Jorge Luis Borges

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EL COFRE DE VIDRIO ROTO



Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía solo.

Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía trabajar.

Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura recta.

Tenía tres hijos varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por semana.
El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez menos.

-No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de que yo me convierta en una carga.

Se pasó una noche en vela pensando qué sería de él y al fin trazó un plan.

A la mañana siguiente fue a ver a su amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último fue a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que tuviera.

El anciano se llevó el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies.

-Qué hay en ese cofre? preguntaron, mirando bajo la mesa.

-Oh, nada -respondió el anciano-, sólo algunas cosillas que he ahorrado.

Sus hijos lo empujaron y vieron que era muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo.

-Debe estar lleno con el oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.

Deliberaron y comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo menor se mudó a la casa del padre, y lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor.Así siguieron por un tiempo.
Al fin el anciano padre enfermó y falleció.

Los hijos le hicieron un bonito funeral, pues sabían que una fortuna los aguardaba bajo la mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y abrieron el cofre. Por cierto, lo encontraron lleno de vidrios rotos.

-Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad hacia sus hijos!

-Pero, ¿qué podía hacer? -preguntó tristemente el segundo hijo-. Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos descuidado hasta el final de sus días.

-Estoy avergonzado de mí mismo -sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños. Pero el hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo hasta vaciar el cofre.

Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron una inscripción que el padre les había dejado en el fondo:

"Honrarás a tu padre y a tu madre."

Desconozco su autor

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